Humedales en peligro
En los últimos años, la quema, deforestación y contaminación de los humedales ha avanzado de forma peligrosa y desmedida en casi todo el país, provocando graves consecuencias para el medioambiente, la biodiversidad y la salud de las personas.
Aunque presentan una gran diversidad de ambientes, estructura y en sus ecosistemas, por definición los humedales son superficies de tierra inundadas de forma temporal o permanente, donde el agua que las atraviesa define sus características vegetales y animales. Dadas las características específicas de sus suelos, la presencia de plantas y animales que los habitan, están adaptados a las temporadas de anegamiento y sequía. Los humedales funcionan como grandes filtros depuradores y, al mismo tiempo, son reservorios de agua dulce. Además, mitigan el impacto de las lluvias y almacenan más carbono que el resto de los ecosistemas, por ello atenúan el impacto del cambio climático.
En Argentina, según distintas mediciones, los humedales ocupan entre 277.000 y 600.000 km2, lo que representa entre un 9,5 y un 21% del territorio nacional total. La extensión y diversidad de climas que existen en el país hacen que estos ecosistemas se localicen tanto en zonas urbanas como rurales. En el noreste y litoral se encuentra una mayor cantidad de humedales que en las regiones áridas, pero en todos los casos cumplen una función esencial para el ecosistema.
La zona del Delta del Paraná -una de las más afectadas actualmente por las actividades humanas- es un extenso sistema de humedades de alrededor de 19.300 km2. Allí se alojan unas 700 especies vegetales y 543 especies de vertebrados, sumadas a las 260 especies de aves, que representan alrededor del 31% de la avifauna del país. Según los datos difundidos por el Museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso de San Nicolás, en los primeros siete meses transcurridos del 2022 fueron quemadas alrededor de 90.000 hectáreas de humedales sólo en esta región. Si se suman los datos de los dos años anteriores -momento en que comenzaron la sequía, la bajante del Paraná y se acrecentaron las quemas-, se contabilizan al menos 853.000 hectáreas sobre un total de 2.3 millones de hectáreas en el Delta. Se trata de una preocupante tendencia de larga data a nivel mundial: se estima que, en el transcurso del siglo 20, la extensión global de los humedales se redujo entre un 64 y un 71%, continuando en la actualidad su degradación y retracción a una tasa del 1,5% anual (cifras publicadas en Regiones de humedales de la Argentina, de Daniel E. Blanco et al., libro digital editado por la Fundación para la Conservación y el Uso Sustentable de los Humedales).
Datos oficiales también indican que el 95% de los focos de incendio en los humedales son provocados de manera intencional y están vinculados principalmente a la disposición del terreno para el desarrollo de actividades como la ganadería, por mencionar sólo un ejemplo. En situaciones normales, gran parte de los siniestros eran controlados por los canales de agua existentes. Sin embargo, en los últimos cinco años -según datos del SENASA-, la cantidad de ganado presente en la zona aumentó casi un 50%, hecho que se relaciona con una mayor frecuencia y extensión de las quemas. Aun así, claro está que las causas de la progresiva degradación de los humedales son múltiples y van desde la extensión de la frontera agrícola a la sobreexplotación de bienes naturales, la actividad minera, el desarrollo industrial e inmobiliario y el desecho de residuos no tratados, sin dejar de mencionar acciones simples (como iniciar una fogata), pero que pueden tener consecuencias muy drásticas si no se realizan en lugares habilitados y de manera responsable. Las cifras récord de incendios que se han registrado en los últimos años, también responden a la sequía que golpea a la región y a la histórica bajante del río Paraná. En este contexto, la falta de un marco legal que proteja estos ecosistemas y regule las actividades que allí se desarrollan, no es sólo un agravante más.
Además del impacto negativo para la biodiversidad, el humo que generan las quemas tiene un efecto directo y sumamente perjudicial en la salud humana. Entre las consecuencias inmediatas pueden registrase la irritación de las vías respiratorias y de los ojos, dolor de cabeza, tos, estornudos e inclusive la disminución de oxígeno en el cuerpo por inhalación de aire contaminado. El grupo de trabajo “Calidad de Aire y Mediciones Satelitales” de la Plataforma de Estudios Ambientales y Sostenibilidad de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) elaboró un informe en el que se detalla la contaminación provocada por el humo proveniente de las islas del Delta del Paraná. Como parte de la investigación, se midió la calidad del aire entre el 22 de julio y el 10 de agosto de 2022, durante las 24 horas de cada día, evidenciando un “incremento notable en la cantidad de partículas en el aire y, por consiguiente, el perjuicio a la salud de todos los habitantes de la zona”. Asimismo, en el monitoreo se buscó determinar el tamaño de las partículas suspendidas en el aire y los datos fueron comparados con los valores de referencia establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para establecer el grado de daño para el sistema respiratorio. Las medidas obtenidas en las proximidades a las zonas de los incendios excedían hasta en 17 veces los máximos determinados por la OMS, lo que supone una seria amenaza para la recuperación de la capacidad pulmonar y cardíaca. Por su parte, durante estos períodos los centros médicos de la región confirmaron que aumentaron notoriamente las consultas referidas a afecciones respiratorias.
Una historia que se repite
Desde hace algunos años a esta parte, numerosas organizaciones civiles -acompañadas por dirigentes políticos que bregan por la protección de los humedales- presentaron una gran cantidad de proyectos ante la Cámara de Diputados y Senadores de la Nación. El objetivo principal de las propuestas es establecer un presupuesto mínimo para su protección que incluya, a su vez, medidas de preservación, restauración y manejo sostenible de tales humedales.
El primer proyecto fue presentado en abril de 2013 por la entonces Senadora por Entre Ríos, Elsa Ruiz Díaz (Frente para la Victoria), con la asistencia de Fundación Humedales. A los pocos meses, el Senador del Partido Socialista por Santa Fe, Rubén Giustiniani, presentó un segundo proyecto que sería fusionado con el primero. Luego de un arduo debate en la Comisión de Ambiente del Senado donde fueron amalgamadas ambas propuestas, el proyecto logró obtener media sanción en la Cámara de Diputados. Sin embargo, como ocurriera en varias ocasiones en los años subsiguientes, en 2015 el proyecto perdió estado parlamentario.
Entre 2016 y 2020 se presentaron más de 20 proyectos que, por diversos motivos, no lograron prosperar. Sólo en el año 2020 cayeron 15 proyectos (10 en Diputados y 5 en el Senado) al no avanzar en las respectivas comisiones. El 2022 no sería de otra manera: el 15 de septiembre la Cámara de Diputados definió en una sesión especial el inicio de un nuevo debate en las comisiones de Presupuesto, Recursos Naturales y Ambiente, y Agricultura y Ganadería que resultaría fallido. Al cierre de esta edición, en reunión conjunta de las comisiones se aprobaron dos dictámenes, uno de mayoría -impulsado por el PRO y la Unión Cívica Radical-, y otro de minoría, que representa el tratamiento consensuado con más de 500 organizaciones y actores de la clase política y la sociedad civil.