“El crecimiento económico como forma de desarrollo no es sustentable”
La relación que existe entre economía, sociedad y medioambiente genera profundos debates y diversos enfoques académicos. Entrevistamos a la especialista Florencia Guisen, Licenciada en Economía, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
La Economía es una ciencia social, y como tal, además de contemplar a las variables del propio sistema económico -medibles y cuantificables- está inserta en un sistema sociocultural, que se desenvuelve en un sistema natural, y por tanto, debe atender también otros indicadores y abrirse a estas realidades que hacen necesaria la construcción de nuevos acercamientos transdisciplinarios que ayuden a comprender y resolver los problemas socioambientales.
Esta mirada surge de la denominada Economía Ecológica (EE), corriente del pensamiento económico con importante influencia teórica en nuestros días, que deriva de la necesidad de estudiar la relación entre los ecosistemas naturales y el sistema económico, que se diferencia de la teoría económica neoclásica de los recursos naturales, lo que se conoce como Economía Ambiental (EA), que parte de su propio instrumental económico para analizar los problemas ambientales.
La problemática ambiental exige la participación no sólo de economistas, sino también de otras disciplinas, debido a que la EE surge del territorio y de las conflictividades. “Lo importante de la Economía Ecológica es la transdisciplinariedad y la idea de que hay un componente político, económico y social, que valoriza ese ambiente”, argumenta Guisen.
En un sistema de producción, que realmente tenga en consideración las consecuencias que produce en el medioambiente, asegura que “es imposible dejar de lado todo lo que sean cuestiones políticas, culturales y sociales. El sistema de producción y consumo imperante exige niveles de producción mayores con altos impactos, y en esta era neoliberal el sistema no tiene las herramientas”.
Desde la EA todo se lleva a lo cuantificable, y desde esa visión lo que más sirve es lo que otorga mayor producción, pero sin tener en cuenta qué es lo que impacta en esa producción. En el momento en donde se contabiliza todo, se piensa en la “sustituibilidad” de factores: “si se destruye un bosque en pos de vender más papel, se cree que de alguna manera se va a poder remediar con capital físico, presuponen que estos costos son reparables en una medida monetaria. Lo que plantean es que el capital natural es totalmente reemplazable y que el impacto ambiental es totalmente medible y subsanable, lo cual no es cierto. Esbozan que seguramente la tecnología va a dar una solución, y esa es la base que toma la Economía Ambiental para el desarrollo. El crecimiento económico como forma de desarrollo no es sustentable”, sentencia la especialista.
La Economía Ecológica retoma y refuta estas ideas: “cuando se habla de sustentabilidad se habla de capitales naturales críticos que son imposibles de recuperar. Surge en la década del ’70, después de la crisis del petróleo, e intenta demostrar que la Economía Ambiental, devenida de las ideas neoclásicas, no tiene las herramientas necesarias, porque aun cuando fuera posible medir este impacto, ¿es medible a los fines de poder subsanarlo?”. La economista explica que “si fuese medible, por ejemplo, la subjetividad que se tiene sobre la destrucción de un área forestal, no sería la misma para todos. Es decir, que aun cuando fuera medible esa agregación de subjetividades individuales, tampoco sería viable”.
De por sí, para la EE el sistema económico es un sistema abierto, en el cual todo el tiempo hay intercambio de energía y generación de residuos, o sea que el impacto es permanente. Para medir las consecuencias en la naturaleza de los procesos de producción y consumo es importante trabajar con indicadores biofísicos: “lo que se hace es una medición en términos de volumen, porque hay impactos y hay relaciones que no son medibles. Aun cuando se puedan medir en precio, no reflejan cuáles son las consecuencias que tienen”.
Sobre la relación entre economía, sociedad y medioambiente, otra característica que tiene la EE es la idea de que, dentro del desarrollo económico o del sistema económico en relación con el sistema ambiental, existen relaciones de poder. O sea tiene un análisis político-ambiental, que la EA no lo tiene.
En Argentina la correspondencia entre comercio internacional y ambiente, incluyendo los conflictos ecológico-distributivos, al igual que en el resto de los países latinoamericanos, “se inserta en el sistema económico a través del intercambio de materias primas. Actualmente estamos atravesando un proceso de reprimarización y extractivismo extremo, con las mineras o la producción de cereales”.
A través de esa inserción, lo que se genera es que el diagrama centro-periferia se profundice cada vez más: “nosotros trabajamos en lo que se llama el intercambio ecológicamente desigual. A grandes rasgos significa que estamos exportando productos que tienen alta utilización de recursos naturales, y a la vez, importamos servicios que no tienen nada de esos recursos naturales”.
Muchas de las cuestiones que relacionan la actividad económica con la temática social y lo medioambiental quedaron acotadas al ámbito de la denominada Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Desde la perspectiva de la experta “la Economía Ambiental va hacia ese lugar”, y contó: “me desahucié en cuanto a lo ‘marketinera’ que termina resultando. No creo que sea una cuestión de mala voluntad, sino que es una cuestión de desconocimiento. Muchas de las personas me decían que hacían RSE porque a final de año realizaban una donación. Pero eso no es Responsabilidad Social, eso es filantropía”.
De por sí la EE es bastante pesimista. Desde esta corriente se cuestiona mucho la idea de desarrollo, tal cual se plantea en la actualidad: “hoy el desarrollo viene de la mano del crecimiento económico. Esto no es así, porque insume mayor producción y genera mayor gasto de recursos”. Volviendo a los métodos que se utilizan para valorizar la pérdida de los recursos naturales “se debe contemplar cuál sería la disposición a pagar por esos recursos. Para el resto de las estimaciones lo que se hace es un comparativo”, explica Guisen.
Expone además que en la relación entre economía, ambiente y sociedad, “la EE va más allá de las bases teóricas que pueda tener, ya que es una ciencia que surge del territorio y entiende que la Economía se encuentra dentro de un sistema más amplio que es la Naturaleza, y que ésta tiene límites. No creo que nadie quiera ganar en pos de destruir, pero sí creo que no se tiene en cuenta a la Naturaleza”. Y concluye:
“La salida está en los territorios, en reconocer a la ciencia económica como una ciencia histórica y social, en donde cada sociedad tiene sus necesidades y no generalizar que el crecimiento económico nos va a llevar a la panacea. Hoy debemos hablar en términos de recursos naturales donde la mayoría de esos recursos no se van a regenerar”, finalizó.