¿Debemos preocuparnos por nuestro sistema de salud?

Por Hernán Jolly (*)

 

Desde hace años, se habla mucho de la eficiencia y la equidad en los sistemas de salud. Pero realmente, ¿son prioritarios estos aspectos en los objetivos de la política sanitaria? Los sistemas sanitarios de los países desarrollados, independientemente de sus modelos, se enfrentan a problemas comunes: un continuo aumento de la demanda, el envejecimiento de la población, la escasez de recursos, el uso intensivo de nuevas tecnologías y la rigidez. En nuestro caso, podríamos agregar las limitaciones del sector público y las ineficiencias del mercado.
Entre los aspectos más relevantes de los sistemas sanitarios se destacan el ritmo de crecimiento del gasto sanitario superior al del crecimiento económico en un marco de restricciones presupuestarias, el incremento en el empleo de tecnologías progresivamente más caras, agresivas, complejas y no siempre justificadas, y la falta de definición de qué es esencial en el cuidado de la salud y qué servicios son, por lo tanto, básicos.
Existen evidencias crecientes tanto de sobreutilización de prestación de servicios médicos para los cuales el potencial de daño excede el potencial de beneficio, como de subutilización de aquellas en las que los beneficios claramente superan los daños, con el consecuente detrimento de la salud de la población y el exponencial crecimiento de los costos sanitarios, como recientemente muchos medios de comunicación masivos y no solo las revistas científicas expresan con preocupación.
Se citan tres tipos de actuaciones que pueden aliviar el presente estado de cosas:
1- Mejorar la eficiencia del propio sistema sanitario. El actual es más acogedor y genera más bienestar a quienes lo prestan que a quienes lo reciben. Están disponibles numerosas herramientas útiles para configurar adecuadamente esta relación, si bien su uso está todavía poco extendido: guías amigables de práctica clínica, informes independientes de valoración de nuevas tecnologías (como la Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías en Salud que propone el gobierno dentro de las reformas necesarias para nuestro país), así como abandonar aquellos comportamientos que conducen a la medicina defensiva.
2- Incentivar al paciente a utilizar menos servicios o, mejor dicho, sólo los necesarios a la luz de la evidencia dejando al margen aquellas de las modas inducidas. Así, el fomento del autocuidado y propiciar comportamientos más eficientes por parte de los pacientes-ciudadanos mediante la provisión de información y educación sanitarias de calidad, que enfaticen la importancia de la responsabilidad individual de los estilos de vida saludables (fomento de la actividad física, consumo responsable de nutrientes en la cantidad y calidad apropiadas, abandono del consumo del tabaco, el exceso de alcohol y otras drogas, solidaridad y preocupación por el medio ambiente, etc.) en lugar de la confianza ciega en las capacidades ilimitadas de la medicina para reparar las consecuencias de los distintos excesos personales.
3- (pero no menos importante) El tema clave no es quién va a pagar las facturas, sino que el aspecto crucial es más bien conocer si lo que se paga está en consonancia con lo que se obtiene.
En síntesis, se trata de identificar y definir lo que es esencial, útil, eficaz, seguro y, de ser posible, eficiente en los servicios sanitarios prestados, a la vez de restringir el uso de todo aquello que no lo sea. Y que esto se encuentre disponible y accesible para todos y cada uno de los que lo necesiten, independientemente de que pueda o no pagarlo.
Es importante que las prescripciones de diagnóstico o tratamiento sean hechas en aquellas situaciones en que hay pruebas que así lo avalen, cuando riesgos de prescribir sean aceptables y los pacientes conozcan los efectos adversos y participen activamente con sus valores y preferencias en la decisión final.
Asistimos a un tiempo en el que, como nunca antes, queda en claro la necesidad de implementar acciones concretas a fin de evitar lo que aparece como casi inevitable: el aumento de la inequidad y la insostenibilidad financiera del sistema de salud. Hoy más que nunca es necesaria una planificación reflexiva que señale y gradúe los ineludibles cambios estructurales que precisa nuestro sistema si queremos que perdure en el tiempo y beneficie a todos los argentinos.

 

(*)
Esp. En Clínica Médica
Esp. En Terapia Intensiva
Esp. En Gestión de Instituciones de Salud
Director Médico Mutual Federada

 

Fuentes:
Juan del Llano: Eficiencia, equidad, prioridades y objetivos de política sanitaria. En Gestión Clínica y Sanitaria. Volumen 12, N.º 1. Fundación Gaspar Casal. Año 2010.
Salvador Peiró: Variaciones en la práctica médica y utilización inadecuada de tecnologías. En Difusión de nuevas tecnologías sanitarias y políticas públicas. Editores: Beatriz González López-Valcarcel, pp. 101-34
Iñaki Gutiérrez Ibarluzea et al.: De la evidencia a la práctica clínica. Novartis.
Esteban Lifschitz: Reformas necesarias al sistema de salud. Diario Clarín 27/12/2017.
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Revista Noticias. Sobredosis de prevención: Cuando la medicina enferma y mata.